- Hola
- …
- ¿Estás enojada?
- Es sólo que casi no nos vemos y las veces que lo hacemos, como hoy, llegas tarde
- Fuiste tu quien decidió no verme
- Claro. No importa
Acaricié tu barba y miré tus ojos color ámbar. Me acerque a tu cuello para robarme tu olor.
- ¿Qué has hecho? Regresaste hace una semana ¿no?
Creo que asentí con la cabeza y te conteste con la voz quebrada
- Bueno, pues salí con mis amigos, ¿te acuerdas del Río de la Plata? Pues fui el viernes y estuvo chido porque fue el primer encuentro del año con la banda.
- ...
- ¿Y tú?
- Pensar. Laura ¿Qué es lo qué más te gusta? Digo, recuerdo que te hice esta pregunta la primera vez que hicimos el amor y tú contestaste que era muy pronto para hacerla
En ese momento pensé que era demasiado tarde. Te bese y hui, nuevamente.
nada de chicos ostra, ni puñes reprimidos, ni club oficial de bateados... Ahora intento ser escéptica y solo confiar en el arte de ciertos escritores y algunos músicos, intentar no dejarme llevar por sentimientos prostituidos que han sublimado el dolor; quizás no fluir en conceptos elaborados... tal vez funcione volvernos escépticos para dejar de sufrir, aunque no creo que deje de gustarme John Lennon, ni creo que la melancolia que en ocasiones es insoportable se vaya y sobre todo porque abandonarme al escépticismo sería como entregarme a la Gran Costumbre... Y es en estos momentos cuando el dramaturgo se cuestiona: ¿Por qué maldita sea me gusta sufrir? y el personaje de su obra mediocre le contesta desde la última línea de la hoja: Pero si bien que te gusta, así que deja de quejarte.
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