AFIRMACIÓN: Lo único que puedo ofrecerte por el momento es mi poesía inexperta, mediocre y tal vez no tan sentida, lo más cercano a esta poesía eres tú.
Un olvido, un abrazo, nuestra aventura y un par de besos en el rostro, sin tocar los labios, nuestros sexos juntos y tu aliento a chabacano recién mordido.
Escribir acerca de lo que nos pasa, de lo qué queremos que nos pase. Contradicción. En mi pasado pensaba en ti: la imposibilidad, trincheras adornadas de palabras fértiles ¿existen cosas imposibles?, en mi futuro no estás. Sueños a corto plazo… ojos negros, labios delgados ¿Fluir sin un fin?
Deseo escribir tu nombre en esta hoja manchada de mi ego enlodado por ella, deseo mirarme en tus ojos y que tu te mires en los míos. Encontrarnos.
Conclusión: Existen cosas imposibles.
nada de chicos ostra, ni puñes reprimidos, ni club oficial de bateados... Ahora intento ser escéptica y solo confiar en el arte de ciertos escritores y algunos músicos, intentar no dejarme llevar por sentimientos prostituidos que han sublimado el dolor; quizás no fluir en conceptos elaborados... tal vez funcione volvernos escépticos para dejar de sufrir, aunque no creo que deje de gustarme John Lennon, ni creo que la melancolia que en ocasiones es insoportable se vaya y sobre todo porque abandonarme al escépticismo sería como entregarme a la Gran Costumbre... Y es en estos momentos cuando el dramaturgo se cuestiona: ¿Por qué maldita sea me gusta sufrir? y el personaje de su obra mediocre le contesta desde la última línea de la hoja: Pero si bien que te gusta, así que deja de quejarte.
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Expòngase pues!