No recuerdo cuando fue la primera vez que me entere que existia algo llamado muerte. Quizás mi primer acercamiento fue por medio de las caricaturas y de ahi pude inferir que era algo aterrador ¿Por qué? Quién sabe, el chiste es que ese algo sólo podías desearselo a Skeletor y sobre todas las cosas a Heydi. Cuando iba en la primaria -época en la que según yo, el universo, dios y toda la humanidad estaban en mi contra- pensé en darle un susto a mi mamá haciéndole creer que me había metido un chingo de pastillas y aparecer tirada en la sala de mi casa... eso nunca paso, me hubieran cagado mil veces y después de todo no era para tanto. Fue hasta la prepa que pensé en suicidarme. Ideaba el suicidio perfecto, sin dolor y que fuera lo más rápido posible. Nunca llegue a encontrar la forma adecuada. Tenía miedo.
Despúes de eso la muerte se me presento de forma verdusca y dolorosa - mi abuelita (del lado paterno) había muerto de cáncer-. Cuando vi a mi papá me puse a chillonear y él me pregunto "¿Por qué lloras?", Una muy buena pregunta que no supe contestar.
Cuando iba en sexto de prepa teniamos que hacer un experimento de psicología con un hamster, mismo que me presto mi amiga Sylvia y mismo que ya estaba muerto cuando llegué a mi casa. El pobrecillo estaba muy pesado y los ojillos negros abiertos. Nunca había tenido la muerte de un ser vivo en mis manos. Fue terrible.
Hace 2 años la única abuelita que me quedaba se murió de un infarto que literalmente le partió el corazón. Fue distinto pero no fue menos doloroso que el anterior.
nada de chicos ostra, ni puñes reprimidos, ni club oficial de bateados... Ahora intento ser escéptica y solo confiar en el arte de ciertos escritores y algunos músicos, intentar no dejarme llevar por sentimientos prostituidos que han sublimado el dolor; quizás no fluir en conceptos elaborados... tal vez funcione volvernos escépticos para dejar de sufrir, aunque no creo que deje de gustarme John Lennon, ni creo que la melancolia que en ocasiones es insoportable se vaya y sobre todo porque abandonarme al escépticismo sería como entregarme a la Gran Costumbre... Y es en estos momentos cuando el dramaturgo se cuestiona: ¿Por qué maldita sea me gusta sufrir? y el personaje de su obra mediocre le contesta desde la última línea de la hoja: Pero si bien que te gusta, así que deja de quejarte.
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